Biografía

Pradilla Ortiz, Francisco. Villanueva de Gállego (Zaragoza), 24.VII.1848 – Madrid, 1.XI.1921. Pintor.

Nacido en el seno de una modesta familia, a los once años se desplazó a Zaragoza donde comenzó sus estudios de bachiller, que pronto debió dejar, pues, como escribió años más tarde a su amigo Gascón de Gotor, “falto de todo apoyo y sin recursos tuve que dejar el Instituto para ser pintor de puertas”. Hacia 1861, demostradas ya sus aptitudes para el dibujo, entró como ayudante en el taller del pintor escenógrafo Mariano Pescador, a la vez que asistió a la Escuela que tenía a su cargo la Real Academia de Bellas Artes de San Luis.

A comienzos de 1866 se trasladó a Madrid para completar su formación en la Escuela Superior de Pintura y Escultura, figurando como copista en los registros del Museo del Prado desde el año de su llegada. También trabajó en el taller de los escenógrafos y decoradores Ferri y Bussato y debió de asistir al estudio del pintor Federico de Madrazo, a la vez que frecuentaba las clases nocturnas de la Agrupación de Acuarelistas fundada en 1869 por Casado del Alisal y Martínez de Espinosa.

Pronto, los progresos logrados con su ya bien orientado aprendizaje le permitieron colaborar con las revistas ilustradas de la época: La Ilustración de Madrid (1870) y La Ilustración Española y Americana (1872- 1874), realizando distintos viajes artísticos a Galicia.

Creada la Escuela o Academia de Bellas Artes de Roma por Decreto de 5 de agosto de 1873, en ese mismo mes apareció la primera convocatoria para la provisión de las plazas de pensionado, optando Pradilla a una de las pensiones de número por la pintura de historia que, tras celebrarse la oposición, ganó, obteniendo su nombramiento el día 27 de febrero de 1874. A su llegada a Roma, tomaba posesión de su pensión el día 1 de abril del mismo año.

Sin disponer la nueva Academia de Roma de sede para acoger a sus pensionados, tanto su director, el pintor Casado del Alisal, como los primeros becarios residieron provisionalmente en el palacio de la legación española, alquilándose más tarde un piso en la vía de la Croce, n.º 34. Sin embargo, todos ellos se encontraron en Roma, desde el primer momento, con grandes penalidades, incomodidades y estrecheces, debido a lo exiguo de la pensión y de las dietas, lo que dificultaba enormemente encontrar lugar para residir y pintar.

Alejandro Ferrant, Francisco Pradilla y Casto Plasencia eran los pensionados por la pintura de historia: el primero, de mérito, y los otros dos, de número, y todos ellos, según se sabe por los informes que envió trimestralmente el director, se ocupaban en Roma de visitar la ciudad y tomar apuntes, asistiendo por la noche a clase de Acuarela. En el verano de este año 1874, y a pesar de que el Reglamento de 1873 estipulaba que los pensionados no podían salir de Roma durante el primer año de pensionado, Pradilla y otros artistas abandonaron la Ciudad Eterna con permiso del director —sin duda por la dureza del clima romano— y marcharon a Nápoles y visitaron también Capri, lugares en los que Pradilla llevó a cabo diversas copias de pinturas antiguas y algunos cuadros.

Para cumplir con sus obligaciones de pensionados por el primer año, Ferrant y Pradilla copiaron el cuadro de la Disputa del Santísimo Sacramento, de Rafael, que ya estaba concluido a mediados del año 1875, enviándolo a Madrid, donde se conserva (Ministerio de Asuntos Exteriores). A lo largo de los dos años siguientes, segundo y tercero de pensionado, Pradilla pudo viajar por distintas ciudades europeas, tal como se disponía en el Reglamento de 1873, artículo 46: “En los siguientes, podrán viajar a su elección y fijar por intervalos su morada en diferentes capitales y ciudades de Europa, afamadas por sus Academias, Monumentos y Museos, poniéndolo en conocimiento del Director de la Academia”. París, Venecia y algunas ciudades del sur de Alemania, entre ellas Múnich, fueron recorridas por el pintor y algunos de sus compañeros, donde llevaron a cabo numerosas pinturas y dibujos. De regreso a Roma, inició el trabajo de segundo año de pensionado, que debía ser “un cuadro de composición con dos o mas figuras de tamaño natural” desnudas, ejecutando el titulado El náufrago (Ayuntamiento de Madrid).

Su tercer envío como pensionado, Doña Juana la Loca, le consagró como pintor de historia. El contenido histórico lo encontró Pradilla en la Crónica de Pedro Mártir de Anglería (epístola 339), recogida por Modesto Lafuente en su Historia de España, donde se narra el traslado del cadáver del rey Felipe el Hermoso desde la Cartuja de Miraflores, en Burgos, hasta Granada.

Tras ejecutar diversos apuntes y bocetos, que se conservan, y después de vencer no pocas dificultades, obsesionado como estaba por reconstruir con un criterio absolutamente arqueológico la escena que quería plasmar en su cuadro, el lienzo era concluido en el plazo de seis meses y expuesto en Roma a partir del día 25 de mayo de 1877.

Concluidos los tres años y la prórroga de tres meses de pensionado en Roma el día 1 de julio de 1877, regresó Pradilla a su patria, y contrajo matrimonio pocos meses después en Lugo, el día 29 de enero de 1878, con Dolores González del Villar.

Recibidas en Madrid las obras de los pensionados de la Academia, el Jurado nombrado al efecto se reunió en el mes de enero del año 1878, dando a la obra de Pradilla la “calificación muy honrosa”. Presentada a la Exposición General de Bellas Artes del mismo año 1878, figuró en el Catálogo de la misma con el número 300 y un largo título, Doña Juana la Loca. Viaje de la Cartuja de Miraflores a Granada acompañando el féretro de Felipe el Hermoso (1478-1505) su marido.

Alcanzó Pradilla por esta obra la Medalla de Honor, otorgada por primera vez desde 1856 cuando fueron creados estos certámenes por Isabel II. También figuró el cuadro en la Exposición Universal de París, del mismo año 1878, obteniendo igualmente la Medalla de Honor. Posteriormente, fue adquirido por el Estado Español por la cantidad de 40.0000 pesetas.

Pintor de éxito, junto con su esposa —embarazada ya de su primera hija—, inició el regreso a Roma en el verano de 1878, fijando en esta ciudad su residencia y donde comenzó a llevar a cabo los encargos que poco a poco le iban llegando, como los dos retratos históricos de los reyes de Aragón Alfonso I el Batallador y Alfonso (o Alonso) V el Magnánimo, que le hizo el Ayuntamiento de Zaragoza, en donde se conservan (1879). Recibió también otras distinciones, como el nombramiento de corresponsal que la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando hizo a su favor en sesión de 19 de enero de 1880.

Muy importante fue el encargo que le hizo el Senado de un lienzo, de gran tamaño, sobre La Rendición de Granada, con destino a su Salón de Conferencias, asunto de gran complejidad por las numerosas figuras necesarias en la composición y que Pradilla abordó con gran ambición. Para poder documentarse, en los primeros días de junio de 1879 salía Pradilla de Roma, y tras una breve estancia en Madrid, se encontraba en Granada a finales de julio, tomando numerosos apuntes y pintando lienzos y acuarelas con los más bellos paisajes granadinos y vistas de la Alhambra.

También en Granada inició los estudios para otro de sus grandes cuadros históricos, el Suspiro del Moro, concluido en Roma, una década más tarde, en 1892.

De regreso a Roma, y tras llevar a cabo el boceto, pintó la ambiciosa obra que, una vez acabada, fue enviada a Madrid el día 3 de junio de 1882. Expuesta en el Senado, alcanzó un inusitado éxito, y recibió por la institución la cantidad de 50.000 pesetas, el doble de lo estipulado en el encargo del cuadro, concediéndole el Gobierno la Gran Cruz de Isabel la Católica.

Durante un corto espacio de tiempo Pradilla —sin lugar a dudas, el artista español más laureado que en aquellos momentos vivía en la Ciudad Eterna— desempeñó también el cargo de director de la Academia Española de Bellas Artes de Roma, sustituyendo a Casado del Alisal, quien había cesado por propia voluntad en septiembre de 1881, siendo nombrado por Real Decreto de 26 de septiembre del mismo año.

Aceptada la responsabilidad del nuevo cargo y aunque desde los primeros meses manifestó Pradilla su incapacidad para desempeñar la dirección de la Academia que desde el 23 de enero del mismo año se encontraba instalada en su nueva sede de San Pietro in Montorio, en el Gianicolo, y careciendo de recursos, tanto humanos como materiales, Pradilla desarrolló una amplia actividad, como pone de manifiesto la serie de informes enviados al Ministerio de Estado. En los primeros días de 1882 presentó su dimisión, que no fue aceptada, reiterándola, de forma irrevocable, en carta escrita al ministro plenipotenciario de España en Roma el día 24 de marzo del mismo año, aceptada por Real Decreto del día 10 de abril de 1882.

Sin obligaciones que le apartaran de su trabajo como pintor, permaneció Pradilla en Roma dedicándose a realizar su obra, sin perder nunca el contacto con otros artistas españoles residentes en la Ciudad Eterna como Emilio Sala, José Moreno Carbonero y José Villegas. A la llegada de Joaquín Sorolla a Roma en 1885 comenzó entre ambos pintores una importante amistad que se prolongó a lo largo de la dilatada vida de ambos.

En estos años de la década de 1880 ejecutó un importantísimo número de obras, siendo preciso destacar, entre ellas, las once pinturas para el palacio de los marqueses de Linares en Madrid, firmadas algunas en 1886, ejecutadas al óleo sobre lienzo en el taller romano y siendo trasladadas posteriormente a Madrid, donde fueron colocadas en el salón de baile y los dos antesalones del mismo.

En este mismo año 1886 sufrió Pradilla un importante revés económico debido a la quiebra de la Banca Villodas, del hermano del pintor Ricardo Villodas, donde tenía depositados todos sus ahorros, unas 236.000 pesetas, de las que sólo recuperaría, pasados muchos años, unas 18.000 pesetas. Este episodio marcó profundamente su personalidad, haciéndole caer en un profundo pesimismo que le hizo sentir un verdadero despegue de España y un rechazo a volver a su país.

También por estas mismas fechas realizó una serie de retratos entre los que destacan su Autorretrato (Museo de Zaragoza) y el retrato de su hija Lidia (colección particular), ambos de 1878. En el primero de ellos aparece Pradilla de medio cuerpo, con traje negro y tocado con su boina habitual coronada por amplia borla, sujetando con su mano derecha la paleta, con mirada penetrante que, a través de unas pequeñas gafas, atrae y retiene, con firmeza, el ánimo del espectador.

Al comenzar el año 1888 regresó Pradilla junto con su familia a España, siendo una de las principales razones del viaje el embarazo de su mujer, naciendo María —la quinta y última de sus hijos— en Vigo, el 8 de julio de 1888. Esta estancia se dilató hasta mediados de 1889, llevando a cabo algunas obras, entre ellas los dos monumentales retratos de los Marqueses de Linares, firmados y fechados en Madrid en 1888.

De regreso a Roma, inició Pradilla una fecunda etapa de su vida, con obras de notable interés y llenas de maestría, visitando a partir del verano de 1890, y a lo largo de muchos años, las Lagunas Pontinas, comarca muy cercana a Roma, que le impresionó y plasmó en numerosas obras.

La vuelta de Pradilla a España se dilató hasta los primeros días de 1897, casi un año después de haber sido nombrado director del Museo del Prado el día 3 de febrero de 1896, con motivo del fallecimiento de Vicente Palmaroli. Sin embargo, el puesto que le había obligado a regresar a Madrid no llenó sus aspiraciones, por lo que presentó su dimisión irrevocable el día 29 de julio de 1898. Desde entonces, y alejado de toda actividad pública, su vida se consagró al ejercicio de la pintura hasta su fallecimiento en Madrid, más de dos décadas después, en su vivienda del paseo de Rosales, el 1 de noviembre de 1921.

Pradilla fue un pintor interesado por todas las corrientes de su época. Partiendo de un decadente romanticismo, asimiló el naturalismo de los paisajistas franceses y entendió el preciosismo de la pintura romana del momento. Su interés por cuanto aparecía ante sus ojos le llevó a la práctica de las temáticas más variadas, desde los grandes argumentos de carácter histórico —Doña Juana la Loca y La Rendición de Granada—, a los que hay que añadir otras obras menos conocidas como El Suspiro del Moro (1879-1892), Doña Juana la Loca recluida en Tordesillas (1906) y el monumental Cortejo del bautizo del Príncipe Don Juan, hijo de los Reyes Católicos, por las calles de Sevilla (1910)— hasta prestar su atención a sucesos y personajes de su entorno, a extraer la emoción íntima de lo cotidiano en escenas costumbristas y a elevar su espíritu ante la naturaleza.

No se puede olvidar su obra como paisajista, con cientos de cuadros, muchos de ellos pequeñas tablas, en las que tan sólo plasmaba sensaciones de color, luces tormentosas o amaneceres, como si de pequeños bocetos se tratase, algunos casi preciosistas mientras que otros son claramente impresionistas. También se ocupó de la pintura costumbrista, desde una óptica personal, con obras de temática italiana, gallega o madrileña. Sus retratos aúnan la tradición romántica con su percepción psicológica para la captación del carácter de sus modelos, acentuando un especial naturalismo para ofrecer versiones veraces de los rasgos fisionómicos y apostura de los retratados.

 

Obras de ~: Disputa del Santísimo Sacramento, copia de Rafael, 1875; El náufrago, Ayuntamiento, Madrid; Doña Juana la Loca, Museo del Prado, Madrid, 1877; Autorretrato, Museo de Zaragoza, 1878; Retrato de su hija Lidia, colección particular, 1878; Alfonso I el Batallador y Alfonso (o Alonso) V el Magnánimo, Ayuntamiento, Zaragoza, 1879; La Rendición de Granada, Senado, 1882; once pinturas para el Palacio de los Marqueses de Linares, Madrid,1886; Marqueses de Linares, 1888; Suspiro del Moro, 1892; Doña Juana la Loca recluida en Tordesillas, 1906; Cortejo del bautizo del Príncipe Don Juan, hijo de los Reyes Católicos, por las calles de Sevilla, 1910.

 

Bibl.: M. de Cavia, “Francisco Pradilla”, en Revista de Aragón, 23 de marzo de 1879; F. Alcántara, “Crítica sobre la exposición Pradilla en el Salón Amaré”, en El Imparcial (Madrid), 21 de mayo de 1902; F. Pradilla, “Autocrítica”, en Heraldo de Aragón (Zaragoza), 4 de abril de 1903; J. Galiay, “De arte moderno. Pradilla”, en Archivo Español de Arte (AEA) (Madrid) (1915), págs. 221-233; A. Gascón de Gotor, “Francisco Pradilla”, en Museum, VI (1920), págs. 430-442; M. de España, “Biografía del autor de La Rendición de Granada; Don Francisco Pradilla Ortiz”, en El Mundo, 3 de noviembre de 1921, pág. 3; M. Gómez Latorre, “Ante el entierro de Pradilla. ¡Hace cincuenta y tantos años…!”, en El Socialista (Madrid), 7 de noviembre de 1921; Pallarés Allustante, “Apuntes sobre la vida artística del gran pintor aragonés don Francisco Pradilla”, en Aragón (Zaragoza), n.º 124 (1936), págs. 12-14; J. Camón Aznar, “Pradilla”, en ABC (Madrid), 11 de junio de 1948; E. Pardo Canalís, Francisco Pradilla, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 1952 (Cuadernos de Arte Aragonés, n.º 3); “Pradilla en notas”, en Seminario de Arte Aragonés, IV, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 1952, págs. 35-40; J. Gutiérrez Burón, “Francisco Pradilla (1848-1921). Cenit y ocaso de la pintura de Historia en la crítica nacional e internacional”, en VV. AA., Actas del IV Coloquio de Arte Aragonés, Zaragoza, 1986, págs. 485-503; W. Rincón García, “Un cuadro célebre: Doña Juana la Loca de Pradilla en el Casón del Buen Retiro”, en Boletín del Museo del Prado (enero-abril de 1986), págs. 39-42; “Francisco Pradilla y la pintura de Historia”, en AEA, n.º 235 (1986), págs. 291-303; Francisco Pradilla, Madrid, Editorial Antiqvaria, 1987; A. García Loranca y J. R. García-Rama, Vida y obra del pintor Francisco Pradilla Ortiz, Zaragoza, Caja de Ahorros de Zaragoza, Aragón y Rioja, 1987; W. Rincón García, Catálogo exposición Francisco Pradilla, Madrid, Museo Municipal, 1987; “Francisco Pradilla y Aragón”, en Revista Turia (Teruel), n.º 9 (1988), págs. 157-177; “Nuevas aportaciones al catálogo de Francisco Pradilla”, en AEA, n.º 247 (1989), págs. 291-313; J. P. Lorente Lorente, “Goya, Pradilla y la Academia Española de Roma”, en Seminario de Arte Aragonés, XLII-XLIII, Huesca-Teruel-Zaragoza, 1990, págs. 205-223; W. Rincón García, El autorretrato en la pintura española de Goya a Picasso. Primera parte, catálogo de exposición, Madrid, Fundación Cultural Mapfre Vida, 1991; A. Azpeitia, “Noticias de arte en la prensa diaria. El ejemplo de Francisco Pradilla”, en Asociación Aragonesa de Críticos de Arte, Zaragoza, Diputación General de Aragón, 1992; W. Rincón García, Los retratos de los Marqueses de Linares por Francisco Pradilla, Madrid, Museo Romántico, 1992 (1.ª ed.) y Zaragoza, Universidad, 1993 (2.ª ed.); “Estudio iconográfico de las pinturas del Palacio de Linares”, en VV. AA., Casa de América. Rehabilitación del palacio de Linares, Madrid, Electa-Quinto Centenario, 1992, págs. 106-165; Francisco Pradilla Ortiz. Nuevas Obras, Zaragoza, Real Academia de Nobles y Bellas Artes de San Luis, 1994; F. Calvo Serraller, “El placer de redescubrir a Francisco Pradilla”, en El País (Madrid), 5 de enero de 1995; W. Rincón García, Francisco Pradilla Ortiz (1848-1921). Dibujos.Homenaje en el CL Aniversario de su nacimiento, catálogo de exposición, Zaragoza, Diputación Provincial, Consorcio Cultural Goya-Fuendetodos, 1998; Francisco Pradilla, Zaragoza, Aneto Publicaciones, 1999; Francisco Pradilla. Una colección inédita, Madrid, Luis Burgos, 2001; “Ponzano y Pradilla, dos artistas aragoneses pensionados, que se quedaron en Roma”, en El Arte Español fuera de España, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2003, págs. 49-62.

 

Wifredo Rincón García